Se dice de mí...
Empecemos por lo básico: las canillas goteando, me superan, casi tanto como los dentífricos destapados y los cepillos de dientes fuera del agujerito del porta cepillos de dientes.
Soy capaz de tocar timbre en una casa si en la puerta hay estacionado algún auto con las luces prendidas. (un día de éstos me ligo un chumbazo)
Me encanta reventar piojos entre las uñas.
Después de comer, me viene la angustia por lo dulce y soy capaz de bajarme medio tarro de dulce de leche recién abierto a cucharazos.
Me encanta reventar piojos entre las uñas.
Después de comer, me viene la angustia por lo dulce y soy capaz de bajarme medio tarro de dulce de leche recién abierto a cucharazos.
Dejé de comerme las uñas y debería lograr lo mismo con las cutículas.
Estoy convencida de que el 89% de los teléfonos celulares están al pedo.
Me embola cuando la gente se pone a charlar en el medio de un pasillo (que seguro es angosto) o frente a alguna puerta.
También me embola cuando tocan (tiki, tiki tiki, tiki) los botones del ascensor para cerrar rápido las puertas.
No tiro basura a la calle de ninguna clase.
La excepción a esto último son: cutículas y cabellos.
Las pizas y las milanesas de soja caseras me salen riquísimas.
Muchas veces mientras ceno, tomo mate.
Otras veces, me escarbo las plantas de los pies. (qué asquerosa!)
Eso que se dice por ahí que las mujeres entramos en la plenitud sexual en los treinta, cuadra perfectamente conmigo.
Tuve dos partos maravillosos.
Y otros que no fueron.
Trato de andar por la vida con una sonrisa, porque si me pongo seria, me preguntan ¿estás enojada?
Me encanta hacer rompe(las)cabezas, (como decía mi hijo a los tres años) Y crucigramas y grillas y todo tipo de palabras cruzadas.
Soy gritona y estoy en proceso de cambiarlo.
Mi autoestima y yo tenemos mucho trabajo por hacer.
Este post empezó su existencia el día 09.