sereyomisma

lunes, julio 11, 2005

Tres segundos...seis pasos.

Mi casa no es muy grande que digamos.
Tiene un patio techado al cual rodean las habitaciones (dos), el baño y la cocina.
La habitación de los nenes tiene un entrepiso, al cual se accede por una escalera no muy complicada (salvo que los escalones no tienen "fondo", dan al vacío, están sostenidos entre la pared y un costado de madera, ¿se entiende?)

Domingo al mediodía.
Niños por ahí, jugando, "marido" (como dice chiru) en la pieza creo que mirando tele y quien escribe, en la kitchen. (comentarios machistas, abstenerse, serán deleteados)
BRUMM!!! BRUMM!! TRUNC!! TRUNC!!
AIA!AIA!! AAAIAA!!! AAIIIIAAA!!!!

Y la casa se hizo enorme de repente.
No me alcanzaban los pies para llegar a la pieza, que desde la cocina serán unos seis pasos largos, más no creo.
"Marido" llegó primero.
Dante (el dueño de la garganta que gritó esos aaiiaaa!!!) en sus brazos.
El corazón, a mil es poco decir.
Sale la practicidad: tiene sangre? ((decime por favor que no se partió la cabeza))
No.
Vuelvo a la cocina para buscar el cosito del hielo (ése que las madres tenemos en el congelador o frezer, para estas precisas ocasiones), más una servilleta para envolverlo.
Vuelvo a la pieza.
En el camino veo de coté al más chico parado en el medio del patio.
Compresita fría en el chichón.
Me corro porque papá está haciendo la contención del caso excelentemente.
Miro al patio, el más chiquito me mira y se tapa la cara con el brazo.
Llora.
Voy y lloramos juntos.
"La mierda...qué cagazo, verdad?" Se desdibuja un poco si lo dije así o fueron otras las palabras, pero el sentimiento fué ése.
FLOR DE CAGAZO.
Posibilidad de que todo se vaya a la mismísima mierda en tres segundos (o en seis pasos)
Porque fué chichón en la cabeza y golpe en un codo.
Pero de ahí para arriba, las posibilidades son muchas (no voy a ponerme morbosa, aunque confieso que las pensé a todas)
La angustia se quedó un rato en mi pecho, igual.
Tampoco es cuestión de creer que una está re-superada de todo y hace pin pan puf y ya pasó.

Por suerte, y gracias al angelito de la guarda que está siempre atento como me gusta decir, sólo fué un chichón, un golpe en el codo y mesejante susto.